Epemitreo
Cuando puse nombre al blog como Las Eras Obscuras, no bromeaba, pues por supuesto que también las hubo. Y no solo como realidad histórica, posibilidad legendaria o certeza mitológica, sino como realidad imaginada, posibilidad psicológica o certeza mística.
En consecuencia, esta vez presento una serie de trabajos que tiene que ver con los tiempos verdaderamente obscuros, pero que a la vez poseen imágenes de extraordinaria fuerza poética.
Para comenzar he traido los versos epígrafes que se hallan dispersos al comienzo de muchos relatos de R. E. Howard, dentro de la saga guerrera de Conan de Cimeria, bajo el título de Las Visiones de Epemitreo.
A mi juicio, Epemitreo, a juzgar por el nombre, debe haber sido una especie de místico aqueo, micénico o posiblemente más antiguo. Sus visiones son terribles, duras, tal vez espantosas, pero de un lenguaje claro y contundente. No son muchas, pero cumplen su cometido.
LAS VISIONES DE EPEMITREO
Según fueron contadas en
los libros de la saga de Conan de Cimeria
por Robert E. Howard
Según fueron contadas en
los libros de la saga de Conan de Cimeria
por Robert E. Howard
antiquísimos y olvidados engendros,
ascienden sombras en silenciosas oleadas,
tan rojas como el fuego del infierno.
Llega una oscura y maligna esencia
desde alguna dimension desconocida, lejana.
Y los que dejan abierta la terrenal puerta
sucumben lo mismo que la vida temprana.
Vive el Kraken,
ese antiquísimo ser surgido del primitivo cieno,
en simas sumergidas en el tiempo,
bajo la superficie oscura del océano.
Y cuando enfrentes el poder del Kraken
tras el rito cruento del sacrificio,
no desmayes donde otros hombres flaquearon,
y rompe de un golpe el fénix cristalino!
Sumergidos en mistico velo rojizo,
donde el sol se pone con esplendor sangrante,
yacen imperios olvidados
como espectros de tiempos consumidos,
como mudos fantasmas de otros tiempos.
Donde la muerte se baña en aguas sangrientas
bajo cielos fantasmales y sombrios,
se alzan antiguas islas de leyenda
azotadas por el mar embravecido.
El horror nacido del limo inmemorial
buscaba tan solo satisfacer su ansia demoniaca,
cuando Atlantis la bella hundiose para siempre
en los abismos de la mar inquieta.
Alzaron los sangrientos despojos
ante la densa nube de ébano;
la silenciosa turba de adoradores
contempló la escena llena de asombro.
El agudo puñal esparció roja lluvia de sangre
para aplacar la sed monstruosa,
mas los sacerdotes, insaciables, reclamaron
nuevas muertes horrorosas
Mientras las edades pasaban,
sin detenerse sobre mi tumba
guardada por el ave fénix,
yo dormia en criptas silenciosas y sombrias;
pero ahora, al fin, he despertado...
ROBERT E. HOWARD
ascienden sombras en silenciosas oleadas,
tan rojas como el fuego del infierno.
Llega una oscura y maligna esencia
desde alguna dimension desconocida, lejana.
Y los que dejan abierta la terrenal puerta
sucumben lo mismo que la vida temprana.
Vive el Kraken,
ese antiquísimo ser surgido del primitivo cieno,
en simas sumergidas en el tiempo,
bajo la superficie oscura del océano.
Y cuando enfrentes el poder del Kraken
tras el rito cruento del sacrificio,
no desmayes donde otros hombres flaquearon,
y rompe de un golpe el fénix cristalino!
Sumergidos en mistico velo rojizo,
donde el sol se pone con esplendor sangrante,
yacen imperios olvidados
como espectros de tiempos consumidos,
como mudos fantasmas de otros tiempos.
Donde la muerte se baña en aguas sangrientas
bajo cielos fantasmales y sombrios,
se alzan antiguas islas de leyenda
azotadas por el mar embravecido.
El horror nacido del limo inmemorial
buscaba tan solo satisfacer su ansia demoniaca,
cuando Atlantis la bella hundiose para siempre
en los abismos de la mar inquieta.
Alzaron los sangrientos despojos
ante la densa nube de ébano;
la silenciosa turba de adoradores
contempló la escena llena de asombro.
El agudo puñal esparció roja lluvia de sangre
para aplacar la sed monstruosa,
mas los sacerdotes, insaciables, reclamaron
nuevas muertes horrorosas
Mientras las edades pasaban,
sin detenerse sobre mi tumba
guardada por el ave fénix,
yo dormia en criptas silenciosas y sombrias;
pero ahora, al fin, he despertado...
ROBERT E. HOWARD
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