Percibo que el bulto habéis 'currido.
Algunos decís -Que me tengo que marchar!
Otros -Mirad que me duele un oído!
Aquel, -No me aguanto, voy a obrar!
Aquesta, -Que me llama mi marido!
En verdad que no dejo de pensar
que con tanto platicar os he aburrido.
oy retorno al lugar,
Nadie por aquí ha venido.
Salvo Mordecai, para comentar,
Y raudo corrió despavorido
Cuando imaginó que se le iba a cobrar,
Por dejar un comentario agradecido.
Líbreme Dios de tal embolsar,
No una moneda, ni un guiso ni un cocido.
h gente insensible y estreñida,
Que el lomo me muestra indiferente.
Después de una velada entretenida
Me tratáis como un bardo indigente.
Mi escudilla presume de calva bruñida,
Mi bolsa de tan ligera es indecente.
Partiré luego inano, cuando sea tañida
La campana de la hora mas prudente.
abed, no os guardo enemistad,
De verdad, os lo asevero,
Y os perdono, vive Dios, la hostilidad
A semejanza de coz en el trasero.
rovador soy, a viva voz os lo declaro,
Que'n las cortes enaltezco el amor,
la nobleza, el valor, os quede claro.
Y os ruego escuchéis atentos mi clamor.
n las villas y posadas me colmo de poesía,
Son las cortes de amor mi pasión y mi dolor.
Teniendo a Príncipes y Duques por noble compañía,
Me pretenden amas y venteras, por mi honor.
ahora, al darme por vencido con disgusto,
continuar el culebrón me satisface.
Ea! Salve Regina, lalala, cantar me place.
Que placer ha sido, encantado, mucho gusto:
Gnomegang de Tolosa.
aconteció que no bien llegose allí la Reina Leonor, fijose discretamente por ventura en la efigie de un apuesto guerrero, antes de ser presentados, varón éste de porte marcial y elegante, alto, recio, que destacaba con el brillo que da la madurez temprana. Derritiose su corazón de fémina con la visión, traicionando en la intimidad el amor que le quedaba por el Rey Luis VII, pues el corazón se hace el tarado cuando cuida de esos menesteres.
Raymundo de PoitierSegún Doktor Gnómegang
ero fijaos como se retuercen los caminos del Señor por obra del Maligno, que dicho guerrero resultose ser, válgame Dios, el Tío Raymundo, el vagabundo; quita, qué digo, el de Poitier, sí, el que me vió nacer. Enhorabuena, Tío Raymundo de Poitier. Tío de Leonor quise decir enhoramala.
on Ray, que ansí le llamaban algunos de sus paniaguados, también era el príncipe de la civdad, que por eso era ésta principado. Y en tanto que príncipe también era el tío de la enamorada e ilusa Leonora, y ya tenemos montado el argumento para otro drama.
ara ser justos, ¡vive Dios! Al Raymundo no le cayó mal la chavala, digo, la Reina. Al contrario, acostumbrado a no ver mas por allí que rudos guerreros, sucios monjes, enclenques efebos, barbudos tenderos y una que otra monja vieja, descartando a las ordinarias mujeres locales envueltas en trapos, la visión de una beldad natural como Leonor, debió de ser como una aparición celestial, un ángel caído del cielo, aunque por respeto al Rey Luis hubo de guardarse muy bien sus sentimientos.
ero ¡Ay! de la criatura cuando se atiene a las veleidades del mundo, y se olvida de las promesas del Paraiso asigún nos las cuentan los padrecitos. ¡Ay de aquel que se fija en la belleza de lo efímero, y se olvida de la fealdad eterna!... Bueno, así no va la cosa... Aquel que persigue los goces del mundo recoge las penas del mas allá... Así está mejor.
ues os cuento, que con la misma rapidez que enamorose el Raymundo, con esa misma derrumbáronse sus ilusas pretensiones, al conocer por su mucamo el inconveniente parentesco.
En verdad que no dejo de pensar
que con tanto platicar os he aburrido.
oy retorno al lugar,
Nadie por aquí ha venido.
Salvo Mordecai, para comentar,
Y raudo corrió despavorido
Cuando imaginó que se le iba a cobrar,
Por dejar un comentario agradecido.
Líbreme Dios de tal embolsar,
No una moneda, ni un guiso ni un cocido.
h gente insensible y estreñida,
Que el lomo me muestra indiferente.
Después de una velada entretenida
Me tratáis como un bardo indigente.
Mi escudilla presume de calva bruñida,
Mi bolsa de tan ligera es indecente.
Partiré luego inano, cuando sea tañida
La campana de la hora mas prudente.
abed, no os guardo enemistad,
De verdad, os lo asevero,
Y os perdono, vive Dios, la hostilidad
A semejanza de coz en el trasero.
rovador soy, a viva voz os lo declaro,
Que'n las cortes enaltezco el amor,
la nobleza, el valor, os quede claro.
Y os ruego escuchéis atentos mi clamor.
n las villas y posadas me colmo de poesía,
Son las cortes de amor mi pasión y mi dolor.
Teniendo a Príncipes y Duques por noble compañía,
Me pretenden amas y venteras, por mi honor.
ahora, al darme por vencido con disgusto,
continuar el culebrón me satisface.
Ea! Salve Regina, lalala, cantar me place.
Que placer ha sido, encantado, mucho gusto:
Gnomegang de Tolosa.
Antioquía
e aquí que nos encontramos ahora en Antioquía, principado que esta bien lejos, allá donde Cristo dio las tres voces, lleno de griegos y sirios, sumándose ahora francos, germanos y un tumulto de campesinos y plebeyos de todas partes alistados en la Segunda Cruzada.aconteció que no bien llegose allí la Reina Leonor, fijose discretamente por ventura en la efigie de un apuesto guerrero, antes de ser presentados, varón éste de porte marcial y elegante, alto, recio, que destacaba con el brillo que da la madurez temprana. Derritiose su corazón de fémina con la visión, traicionando en la intimidad el amor que le quedaba por el Rey Luis VII, pues el corazón se hace el tarado cuando cuida de esos menesteres.
Raymundo de PoitierSegún Doktor Gnómegang
ero fijaos como se retuercen los caminos del Señor por obra del Maligno, que dicho guerrero resultose ser, válgame Dios, el Tío Raymundo, el vagabundo; quita, qué digo, el de Poitier, sí, el que me vió nacer. Enhorabuena, Tío Raymundo de Poitier. Tío de Leonor quise decir enhoramala.
on Ray, que ansí le llamaban algunos de sus paniaguados, también era el príncipe de la civdad, que por eso era ésta principado. Y en tanto que príncipe también era el tío de la enamorada e ilusa Leonora, y ya tenemos montado el argumento para otro drama.
ara ser justos, ¡vive Dios! Al Raymundo no le cayó mal la chavala, digo, la Reina. Al contrario, acostumbrado a no ver mas por allí que rudos guerreros, sucios monjes, enclenques efebos, barbudos tenderos y una que otra monja vieja, descartando a las ordinarias mujeres locales envueltas en trapos, la visión de una beldad natural como Leonor, debió de ser como una aparición celestial, un ángel caído del cielo, aunque por respeto al Rey Luis hubo de guardarse muy bien sus sentimientos.
ero ¡Ay! de la criatura cuando se atiene a las veleidades del mundo, y se olvida de las promesas del Paraiso asigún nos las cuentan los padrecitos. ¡Ay de aquel que se fija en la belleza de lo efímero, y se olvida de la fealdad eterna!... Bueno, así no va la cosa... Aquel que persigue los goces del mundo recoge las penas del mas allá... Así está mejor.
ues os cuento, que con la misma rapidez que enamorose el Raymundo, con esa misma derrumbáronse sus ilusas pretensiones, al conocer por su mucamo el inconveniente parentesco.
ero vamos, que al parecer todo quedó en habladurías, ya sabéis como es la gente cuando no tiene oficios, y mas cuando las costumbres liberales de una corte como la de Leonor distaban muchísimo de la adustez de la vida en una civdad marcial y beata como Antioquia. Parece ser que una conversación familiar entre tío y sobrina, o mejor dicho, en realidad una velada hablando pendejadas, con muchos arrumacos y pasar de manos por la cabeza, o paseitos de brazos, mientras Luis se hincaba en los rincones a rezar avemarías o se extendía conversando con los curas del lugar, no cayeron bien entre los moralmente enfermos cristianos de intramuros, quienes llegaron, Dios les perdone, al extremo de calumniar a nuestra señora acusándola de adulterio e incesto con su señor tío.
e ha registrado por los cronistas antioqueños que los tergiversadores, cuando no ellos mismos, y especialmente se acusa a Guillermo de Tiro, lograron enemistar con sus chismes y calumnias al Rey Luis y a la Reina Leonor, pero no se habla para nada de qué ocurrió entre Luis y el Príncipe Raymundo. Esta muy raro eso.
Guillermo de Tiro
na tarde entre las tardes, después de dormir la canóniga, estaban los reyes tomando el fresco en una terraza cuando se destapó Luis, dirigiéndose a Leonor, con palabras como éstas:
-Acabáramos, ya esta bueno, recoged, que nos vamos para La Francia, aquí ya no hay mas que hacer - dijo Luis.
-Que no Luis, mirad, que mañana el tío Ray ha quedado de mostrarme la campiña y sus balnearios, nos vamos de pasadía, decid que sí, anda, por La Virgen...- suplicó Leonor.
-¡Pardiez! ¡Maldito sea el Tío ese! Leona, ¡O venís conmigo de grado u os llevo a la fuerza!
-Ja! a la fuerza, habrase visto, no estáis en vuestros cabales, intentadlo y vereis. Me ponéis la mano encima y digo todo lo que os traéis con el eunuco Thierry de Galeran, aquel templario bajito...
-Ea! basta! er, bueno, a la fuerza no, pero de por Dios, marchémonos ya, no soporto ni a vuestro tio ni a éste sitio con sus maledicencias. - Accedió Luis, como siempre. Después de todo, la misma Leonor ya estaba harta de la plaga de moscas y ratas que se había establecido en la civdad.
Thierry de Galeran
así quedaron en partir. Acordose entrambos que se llegarían a Jerusalem a echar un vistazo (y a cumplir con una promesa de peregrino, según algún), y de paso se darían una vueltecita por Damasco. A las puertas de la dicha civdad llegó primero, como en carrera, su ejército, que sí que tenia uno. Por no dejar, y por no ser menos, el Rey Luis y su gente sitiaron y asediaron (sin éxito) la civdad dizque porque no les dejaban entrar los muy bellacos. En dichos paseos se tomaron Luis y Leonor un año, mirando aquí y allí antes de darse la vuelta y pensar en el hogar de La Francia.
e paso por Bizancio, el Rey Luis VII fué arrestado obviamente por los bizantinos, como cualquier hijo de vecino, aduciendo no sabemos qué en su enrevesada lengua griega. Fué liberado por un normando, cómo no, llamado, dejadme ver, Roger II Duque y Rey de Sicilia. ---------------►
mbarcáronse L&L, pero no juntos rumorándose que uno de los dos tenía un quebranto que no se consigna en las crónicas. Es decir, lo que no se consigna en las crónicas es el rumor.
nsí que llegáronse hasta Roma, para cualquier tarde echarle una visita al Papa Eugenio III, quien enterándose por sus espias de los problemas conyugales de la pareja real franca, y fungiendo de celestino, digo, válgame dios, de consejero matrimonial, logra retener a la pareja en un motel, digo, en la Abadía de Monte Casino hasta lograr lo que parecia un imposible:
-Pero Luisito, mi hijo, no seais tan duro de mollera, será sólo tantito por unas noches, no se trata de fornicar, os lo digo yo, es misión religiosa, palabra de Dios y mirad que es muy fermosa la reina.
-Lo sé Padre Santo, y no es por contradeciros, pero es que me da mucha pena, sabed que cuando la veo pienso en la Virgencita que se le parece mucho y me dan ganas de rezar en vez de...
-Que decís, blasfemo!- exclamó el Papa, perdiendo la paciencia, y asestándole un cozcorrón en el pezcuezo al rey Luis. -¡Hostias! Por muy rey que seais, no lo sereis por mucho tiempo si me seguis contrariando, voto a Dios! ¡que no soy menos que los bizantinos, antes mejor! así que preparaos, el lecho ya esta dispuesto en vuestra recámara y no saldreis de ahí hasta que hayais cumplido vuestra encomienda, como Dios manda. Reconciliaos con la reina de una vez por todas, y luego hablamos, faltaba mas!
as diligencias del Santo Padre, oh milagro, al cabo tuvieron éxito faciéndoles concebir una cría, que al nacer en 1151 resultó ser nena, bautizada cristianamente como Alix, la futura Condesa de Blois.
o obstante los denodados esfuerzos del Papa Eugenio III para con Luis VII a intención de que siguiera al lado de Leonor, sean testigos los cielos, éste, poniendose también en contra de su mejor amigo el abad Suger, tercamente procuró y consiguió la anulación del matrimonio el 21 de marzo de 1152, aprovechandose del Concilio de Beaugency, basándose alli en un supuesto parentezco entrambos, como si no lo hubiera sabido desde hacía mucho tiempo. Calculada o no, la separación no le dejó al Rey Luis lo que quizás él y muchos esperaban, a saber, quedarse con las tierras de Leonor. Esta, siendo mas habilidosa, concedió de grado la separación a cambio de conservar sus dominios y señorios en Aquitania.
Y aquí paz y después gloria.
Continuará.-